02.12.2019 En España, Felipe VI, el desobediente blindado
Leo en Voz Populi: “Portazo del Rey a Sánchez: se niega a ir a Argentina porque quiere tomar las riendas de la situación política”.
Lo primero que hago es buscar en la Constitución el artículo “Rey tomar riendas situación política” y no lo encuentro.
Jueces del TC, ¿pueden proceder contra el rey, por favor?
Lo sentimos, es inviolable.
(Siempre optimista, este blindaje del rey no deja de ser una manera de reducir la carga de trabajo en los juzgados, a la vista de la cantidad de delitos que los reyes pueden cometer desde sus posiciones de privilegio, por ejemplo, protegiendo al yerno favorito hasta que los excesos comenzaron a oler demasiado. Deduzco que los jueces son los primeros interesados en que Felipe VI pueda hacer lo que le de la real gana).
Dicen los de Voz Populi que se ha librado una batalla de agendas entre Moncloa y Zarzuela por un solo día, el 10 de diciembre, entre Sánchez, apoyado por 120 diputados más 35 de Iglesias, y Felipe VI, que quizás no esté tan solo.
La noticia de la tensión entre ambos personajes resulta creíble a partir de los antecedentes. A Rajoy le faltó tiempo, tras la moción de censura, para aclarar que lo del discurso real del 3 de octubre de 2017, aquel en el que amenazó a los catalanes que querían decidir su futuro, fue cosa del rey, y que él nunca se lo habría pedido, lo que hay que traducir por “ojalá hubiera podido impedirlo…”.
A la vista de la situación de España dos años después de aquella chulería real y que, entre otras cosas, provocó el hundimiento del Ibex35 al día siguiente, hay que darle a Rajoy tanta razón por su frustración como grande fue su cobardía, pues él mandaba con sus 137 diputados más 32 de Rivera y debía haberle dicho al rey que nada de salir por la tele, que España es una democracia y tiene (tenía) un gobierno.
Pero ni era ni es verdad que España tuviera o tenga un gobierno, porque su presidente ni fue entonces ni es capaz ahora de impedir que el rey se salga con la suya cuando discrepa del Sánchez de turno, que es cuando importa que quede claro quién manda.
Lo más grave de todo esto es que no sabemos si Felipe VI actúa según su capricho o en compañía de terceros. Ya que tenemos una Monarquía transparente y estamos todos tan controlados, ¿podría publicar el Gobierno, cada día, las grabaciones de todas las conversaciones que mantiene el rey, tanto si son en persona como a través de cualquier medio? Las partes íntimas pueden borrarlas.
No nos deben preocupar tanto las cosas que hable el rey con otros por él mismo y su familia, a fin de cuentas, solo es una más entre tantos millones. Lo hacemos por las malas compañías, que tanto daño han causado a tantos a lo largo de la historia.
De nuevo optimistas, e incombustibles, no hay bien que por mal no venga. Si entre Sánchez y Felipe VI se lían a hostias, aunque solo sean verbales, quizás los catalanes se apiaden de nosotros y nos ofrezcan sumarnos a su república.
Tiene que ser pronto, porque las ofertas tienen fecha de caducidad, y puede terminar en cualquier momento.
De hecho, si se la hubiéramos comprado antes nos habría salido mucho más barata.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Domingo Sanz
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03.11.2019 En España, la política es la continuación de la guerra por otros medios
Usted sabe muy bien que no he puesto el título entre comillas porque la frase famosa a la que se parece dice primero “guerra” y después “política”.
Y también sabe usted que su autor fue Klaus von Clausewitz (1780-1831), un historiador y militar prusiano que, a estas alturas, nos parece más alemán que de ningún otro sitio.
Ya que Alemania nos viene a la cabeza mientras pensamos en España, si hemos cambiando el orden de las palabras ha sido porque los mayores asesinos de masas de ambos países también seleccionaron víctimas diferentes como objetivos principales de sus crueldades: mientras Hitler decidió exterminar a los judíos y conquistar el resto del mundo, de Franco, sin duda menos loco y, por tanto, culpable con menos atenuantes, ya sabemos lo que hizo, como y contra qué pueblo.
Aunque él, probablemente, había nacido en el infierno.
Pero volvamos al presente, siempre tan marcado por los antecedentes.
Aunque solo sea por un instante, intente usted sobrevolar el ruido mediático que intenta ocultar el diálogo entre sordos de esta investidura que tanto disfrutamos cada día, e intente responder a las siguientes preguntas.
¿Recuerda usted alguna guerra en la que, incluso quienes solo la cuentan como testigos, no interpreten su resultado en términos de vencedores y vencidos?
Por supuesto, firmen lo que firmen los jefes guerreros en el documento de alto el fuego definitivo.
Ahora cambiaremos “guerra” por “política”.
¿Recuerda usted algún acuerdo político de amplio espectro en España en el que, se firme lo que se firme, no se ande buscando un vencedor y un vencido?
“¡¡Si, yo sé uno!!”, habrá quien responda. Y desde la primera fila gritará:
“¡¡Con los Pactos de la Moncloa todos salieron ganando!!”
¿Todos?
¿También los que más de 40 años después siguen convertidos en esqueletos esparcidos por las cunetas tras ser asesinados contra los paredones?
¿O, más que nadie, ganaron los herederos de nuestro asesino de masas, ya que ahora hemos vuelto la mirada hacia familias de personas fallecidas?
¿Acaso alguien se atreve, aún, a presumir de aquellos pactos firmados cuando nadie era capaz de controlar los movimientos del Borbón Juan Carlos I?
¿Acaso no eran aquellos movimientos los de un rey que, entronizado por el asesino de masas, convertía en intrigas para hacerse imprescindible en un país al que no le quedaba más remedio que dejar de llamarse dictadura?
¿Nos seguimos riendo de lo muy imbéciles y cobardes que fuimos, ese coctel paralizante que seguimos siendo, o pactamos lo de quitamos de una vez la venda que nos ciega las entendederas?
Pero sigamos con las palabras cambiadas para entender la no investidura.
¿Existe alguien a quien le quepa la menor duda de que lo único que nos puede llevar a la ruleta rusa de noviembre, con al menos una bala muy franquista, es que ni Pedro Sánchez ni Pablo Iglesias pueden soportar lo de arriesgarse a aparecer como derrotados en la “guerra política” que están librando el uno contra el otro y, además, cada uno contra sus propios fantasmas?
¿Es que no hay nadie que les pueda recordar a estos dos, o al menos a uno de ellos, que existen dos palabras que se llaman táctica y estrategia, que sirven tanto para las políticas como para las guerras?
¿Qué son palabras que pueden significar que una derrota parcial pero bien calculada te puede conducir a la mejor victoria de todas las posibles?
¿Pero que también pueden provocar que una victoria aparente termine concluyendo en la derrota definitiva?
¿Alguien les puede decir al oído que solo algunas derrotas son definitivas, pero que ninguna victoria es para siempre?
Ninguna victoria. Ni tuya ni del adversario.
Para ir terminando, y ya que hemos mentado a nuestro mayor asesino de masas y que cada día que pasa sale más a colación por todas partes, no podemos despedirnos sin decirle a Sánchez, economista, del PSOE y que se siente “muy cómodo con esta monarquía parlamentaria”, que estamos más de acuerdo con Santiago, abogado y del PCE, que afirma del socialista que se equivocó porque debería haber sacado hace muchos meses a Franco de su mausoleo en el valle más siniestro de la Sierra de Madrid.
¿Cómo? Mediante una decisión ejecutiva.
Si lo hubiera hecho el problema lo tendría hoy esa despreciable familia, que estaría obligada a defenderse de una decisión del Gobierno.
¡¡Cuanta injusticia!! gritarían escandalizados.
La misma que sufren miles de familias cada día que, sin haberse enriquecido a punta de pistola de bandas de asesinos falangistas, pagan por adelantado las consecuencias de cualquier decisión del gobierno, que siempre puede ser impugnada ante los tribunales.
¿Es que Pedro Sánchez y sus ministros fueron tan idiotas de no imaginar que los jueces del Supremo podían aprovechar la falta de firmeza del gobierno para “legalizar” a Franco como jefe del estado antes incluso de su “victoria”?
Gracias a este gobierno, tan “legal”, ahora tenemos otra losa que hay que levantar antes de que nuestro peor pasado nos siga aplastando.
Este país sigue sin superar el peor trauma de su historia, y ninguno de sus políticos relevantes es consciente de que el principal símbolo con el que hay que acabar no es una estatua ni el nombre de una plaza, sino una institución ocupada por una persona que se sigue malmetiendo en política porque tiene el autoritarismo envenenando sus entrañas. Desde siempre.
Desde antes incluso del también Borbón Fernando VII.
¿O es que acaso la genética es buena para ser rey, pero vacuna contra lo de ser criminal?
¿Qué necesidad tenemos los españoles de perder tiempo y dinero intentando el imposible de arreglar el ADN del rey, en lugar de sacarlo de nuestras vidas?
¿O acaso lo que debemos es reconocer que la Monarquía es intocable porque los militares se levantarían en armas tal como más de mil, aunque de los ex, levantaron sus bolígrafos en agosto de 2018 para firmar un insulto a millones de víctimas recordando el “valor militar” de Franco y, de paso, manifestar su lealtad a la Corona?
¿O quizás lo que debemos leer cuando un militar español proclama, inevitablemente ofendiendo y asustando, su lealtad a la Corona lo que está diciendo es que está dispuesto a matar a los ciudadanos que en el ejercicio de su libertad hagan todo lo posible para conseguir que la monarquía se acabe y comience la república?
¿O, aún peor, lo que debemos pensar de todo lo que ha ocurrido en este país desde las elecciones de 1977 es que los políticos, primero de UCD y después del PSOE y del PP, principalmente, decidieron apuntarse a lo bien que se gobierna sobre un pueblo traumatizado y que, además, se sigue sintiendo amenazado?
¿Alguien, de los que lo saben, puede responder a estas preguntas?
Porque tan fácil fue gobernar, que la corrupción se hizo dueña y señora de la política. Y la inmensa mayoría se está yendo de rositas.
Por eso, solo podemos celebrar la valentía colectiva y democrática que significa el avance hacia la República Independiente de Catalunya. Por lo menos, rompe la inercia maldita.
Al menos hasta que amanezca, si se atreve, la III República de España, o de lo que quede de ella.
Porque cuanto más tarde, más pequeña.
Y porque quien llegue antes se llevará la libertad mejor, la más nueva.
Y probablemente será la única forma de conseguir que en España, o en lo que quede de ella, la política no vuelva a ser nunca más una versión de la guerra.
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09.10.2019 Las “Trece Rosas” y nosotros mismos
Da mucha pena mirarse al espejo y que la plata te devuelva el odio dibujado en el gesto y las palabras de personajes como Ortega Smith.
Da miedo pensar en personas como él, o como Díaz Ayuso, que tienen poder en tiempo presente y que son capaces de poner trampas para que algunos terminen pensando que no fue tan malo el mayor asesino de nuestra historia.
Fue pronunciar “Trece Rosas” el diputado del Congreso que también se merece España, y volcarse el periodismo a por un clavo ardiendo. Han decidido agarrarse a una sentencia redactada por asesinos disfrazados de jueces, y así, con la buena intención de desmentir las acusaciones inventadas contra ellas por el diputado, han sembrado otra idea envenenada en millones de cabezas.
Una más: esta vez la de transmitir un aval subconsciente hacia aquellas sentencias, criminales todas, porque una de ellas, en su letra pequeña, permita llevar la contraria al diputado añorante del franquismo que, en esos momentos, buscaba cuota de pantalla para seguir informando del lugar donde están los que de verdad defienden que “con Franco se vivía mejor”.
Objetivo alcanzado y Ortega Smith durmiendo tranquilo.
A ver, ¿desde cuándo a un franquista le han importado las urnas, si no fue para destruirlas?
Ortega, Abascal y sus secuaces solo quieren llamar la atención provocando, como durante la II República, para que el rey, a quien cada vez defienden con más ahínco, y las fuerzas armadas, pierdan un día los nervios y decidan agarrotar una libertad que no pueden soportar. Esta vez no les hará falta asaltar el Congreso, pues tienen dentro a muchos diputados muy acostumbrados a ceder a determinadas presiones externas.
Creando este ambiente consiguen, estos diputados ultras, que los crímenes contra la humanidad cometidos por sus añorados parezcan menos, hasta el punto de que las víctimas tengan que recurrir a los mismos papeles con los que fueron ejecutadas, para emplearlos como escudos contras las advertencias y amenazas que no dejan de lanzar.
Todo esto nos está pasando porque los borbones restaurados por Franco, se llamen como se llamen, padres, hijos o nietas, se han convertido, o convertirán, en necesarios para los líderes cobardes de los dos partidos que han gobernado durante las últimas décadas, incapaces, durante más de cuarenta años, de ilegalizar las sentencias judiciales más execrables de nuestra historia.
Están, PP y PSOE y algunos más, defendiendo, a cualquier precio, el antes España que todo lo demás, y pensando en leyes que la protejan de los españoles, el único enemigo de siempre, el interior, más peligroso para ellos cuanta más libertad pueda disfrutar.
¿Cómo nos podemos extrañar hoy de que esos mismos políticos cobardes, Sánchez y Rajoy, o Casado y Rivera, llamen a gritos a la Justicia cada día para que condene ya, a toda prisa, esta misma semana mejor, pero siempre antes del 10 de noviembre, a los disconformes, independentistas y republicanos, en lugar de hacer política y sentarse a negociar con ellos?
La verdad es que, tanto en las películas como en la realidad, un chantajista con un buen secuestrado entre rejas puede pedir al chantajeado lo que quiera.
Es cierto que los juicios de hoy no son exactamente iguales a los sumarísimos tras el golpe de estado del 36, pero diputados del Congreso como Ortega Smith y presidentas de Asambleas de Madrid como Díaz Ayuso nos recuerdan que están preparados para el regreso de los “buenos” tiempos.
España, qué pena, la que nos devuelve el espejo, es lo mismo que decir amenaza.
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29.06.2019 Titanic del 78 busca timonel a cuatro manos para que aquí no se salve ni Dios
Un once de marzo de hace años Aznar y los suyos, mayormente cristianos, demostraron que no sabían lo que ordenaba el Octavo Mandamiento. Ni tampoco medir las consecuencias de sus actos. Por tanto, irresponsables y crueles, mintieron como bellacos.
Después, resultó que Zapatero tampoco sabía que existía un odio especial instalado en muchas personas importantes, y no tanto en los nombres de muchas calles y monumentos. Se confundió, deslumbrado por el gobierno que le habían regalado unas urnas que, en realidad, lo que hicieron fue canalizar, para ahogarla, una revolución intuitiva contra la mentira más criminal.
Pero nuestros grandes embusteros, capitaneados por Rajoy desde la oposición, no se conformaron y eligieron odio. Señalaron un chivo expiatorio suficientemente conocido para recuperar los votos bestiales que normalmente dominamos. El chivo era, y sigue siendo, un sujeto colectivo de largo recorrido y perteneciente a España que, por una cuestión tan pueril como el domicilio, no podía defenderse en cada uno de los miles de sitios en los que, con impunidad, se cultivaba el odio sembrado contra ellos, los catalanes sin más.
Al promotor de ese odio seguían sin importarle las consecuencias destructivas de su estrategia, pero era inevitable que se produjeran.
Primero, reaccionaron políticamente los líderes del grupo de chivos odiados, proponiendo nuevas condiciones, dentro de la ley, para sentirse respetados.
Inmediatamente después, un tal Albert, joven, hablador, rompedor y desnudo, se ofreció para encabezar la campaña de odio contra los líderes chivos en su propio terreno, donde los de Rajoy, promotores del odio primario, siempre habían salido derrotados.
Aunque al primer intento los sembradores de odio fracasaron, acto seguido una crisis económica inesperada y mundial los premió, consiguiendo recuperar el gobierno en 2011. De nuevo las urnas, esta vez recogiendo millones de votos suicidas por culpa de la desesperación.
Con estos antecedentes, a los pocos años el Titanic del 78 comenzó a dejar su rumbo en varias manos al mismo tiempo. Hasta entonces, los timoneles se habían ido relevando.
La primera vez fue con la implicación del muy inteligente y finalmente fracasado Rubalcaba, con ocasión del relevo de La Zarzuela. Fue en 2014 y, monárquico como todos los socialistas con mando en plaza, ni se planteó aprovechar la coyuntura para forzar la cuestión de la forma de Estado. Y eso que en Catalunya ya se hablaba de república. Pero, por si acaso, había que seguir odiando al chivo.
¿Cuántos socialistas tienen que seguir abandonando este mundo con el título colgado, para la historia, de colaboradores imprescindibles de la monarquía restaurada por el asesino Franco?
¿Cómo les tenemos que decir que en cuanto el PSOE le pida al rey las llaves de La Zarzuela se acabó la monarquía?
Después, en 2016 volvió a repetirse, por dos veces, la coalición ocasional en el timón. Primero, en marzo, cuando Podemos mantuvo en el poder al grupo de instigadores del odio contra la investidura de Sánchez. Después, el PSOE, en octubre, cuando liquidó a su Sánchez para facilitar la investidura de Rajoy, el mismo del odio contra el chivo.
Es que te lo cuentan y no te lo puedes creer.
Entre paréntesis, la última consecuencia de la estrategia siempre fracasada del chivo expiatorio fue el nacimiento de Vox, desde el mismo vientre del PP para odiar más y mejor.
Siguieron con las confluencias entre supuestos contrarios. En 2017, con el 155 capitaneado desde el 3 de octubre por el rey entronizado.
Después con la actitud entreguista de Rajoy. Primera legislatura compartida por PP y PSOE tras una moción de censura que pareció previamente pactada.
Y hoy, con Sánchez reclamando sentido de Estado para sumar apoyos, ante el desastre total al que ha conducido la estrategia del odio al chivo.
Todo parece estar abocado a un gobierno, efectivamente de concentración sean cuales sean los ministros, ante la posibilidad de un suicidio colectivo.
Como un timonel a cuatro manos, que solo puede conducir al iceberg pues, al igual que en el Titanic de 1912 donde el capitán Edward John Smith y los suyos decidieron ignorar las consecuencias, haciendo caso omiso de las informaciones que recibían sobre obstáculos helados en las inmediaciones.
Probablemente, ningún gobierno europeo habría sido capaz de la gran mentira que, con tanta crueldad y contumacia, sostuvieron Aznar y su partido durante cuatro días de marzo de 2004.
Aquella acción representó la más colectiva y brutal violencia no física que un gobierno puede aplicar al pueblo que lo elige y al que se debe. Pero para las mentalidades ocupadas por el franquismo las urnas solo son un trámite. Uno más de los habituales momentos de riesgo en la historia de un negocio.
El relato de las verdades aquí contadas sostiene que, sin las consecuencias, inevitablemente encadenadas, de aquella decisión de engañar a todo el mundo, casi nada de lo más grave que ahora nos ocurre estaría sucediendo.
Sorprende, o quizás no, que no proliferen los documentales y los programas de investigación sobre aquellos cuatro días de marzo. Ahora, que los embusteros siguen vivos.
Hoy, 25 de junio de 2019, es decir, 5.584 días después del 11 de marzo de 2004, algunos nos hacemos una pregunta.
¿Sin aquella gran mentira, habría destruido su carrera un tal Rivera, atreviéndose a poner falso testimonio en la boca de un testigo mortal?
Probablemente no, porque no habría nacido para la política en el caldo envenenado del odio contra el chivo.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 28.06.2019 Rota y confundida resiste mortal nuestra derecha franquista
Resiste aún, desde las posiciones conquistadas a lo bestia y legalizadas después sin que les tocaran ni una peseta. Ahí están los herederos del abuso, un hatajo riéndose de todos. Y enfrente, miles, los expropiados tras la guerra, siempre bajo amenaza.
Resiste, porque la luz del primer instante de libertad nos deslumbró tanto que hasta olvidamos que, para ser verdad, solo podía llamarse república.
Resiste gracias a obispos como Cañizares o Reig Plá, que cada día queman en su infierno imaginario unos miles de los que no les gustamos. Desde los mismos púlpitos donde justifican sus pederastias y las ocultan de la Justicia.
Resiste con jueces que les compran poder a políticos cobardes a cambio de las sentencias que saben que desean.
Jueces que tratan las leyes de las libertades grandes como si fueran reglamentos de Romanones pequeños. Jueces capaces de reconocer hoy a Franco cuando solo lo reconocían los otros asesinos, los fascistas italianos y los nazis germanos.
¿Es necesaria mayor prueba de franquismo para iniciar contra esos jueces expediente inmediato de expulsión de una Justicia que tiene que responder ante la de Europa?
Resiste desde el miedo colectivo a lo desconocido, el número de franquistas que se ocultan por los rincones de las fuerzas que manejan armas.
Resiste incluso huyendo, como siempre cobarde, borrando de los archivos públicos los nombres de los cómplices que asesinaron a nuestros mejores, como Miguel Hernández. Destruyendo memoria en pleno siglo XXI, y desde los templos de la educación superior.
Resiste desde el rey ex, un delincuente blindado que, en lugar de ayudar a limpiar de franquistas las cúpulas armadas, como jefe que era de todas ellas, no dudó en hacer lo que fuera necesario para robarle, a la sociedad que le paga un sueldo millonario, la voluntad de decidir sobre la forma de Estado.
Que Juan Carlos I, gracias a que fue nombrado por Franco, podía haber cesado a muchos altos mandos, lo demostraron los propios golpistas del 23F durante el juicio, que se habrían dejado cortar en pedazos finos y en vivo antes de confesar sus intrigas en las cercanías del monarca.
Pero precisamente no lo hizo por eso. Porque todo sucesor nombrado por Franco sabe muy bien que su verdadero poder consiste en poder activar la amenaza. Lo de las urnas ya, tal. Y según.
Resiste el franquismo en un rey Felipe VI borbón y asustado que, tras la valentía catalana, no quiere ver la lluvia fina de urnas rebeldes que van regando la geografía de ganas de libertad en versión republicana, mientras sus fuerzas del orden esta vez solo callan.
Nunca fue ni será legal apalear votantes. Las sentencias que prohíben urnas solo pueden estar escritas por manos franquistas.
Felipe VI debe atreverse a lo único que le hará digno: ser el último rey de España por su propia voluntad. Solo lo necesitamos para sentirnos amenazados, y de eso tenemos de sobra. Descompuesto por el miedo a terminar siendo el rey al que se le rompió España, es incapaz de darse cuenta de que, desde que le colocaron la corona, solo manda el desconcierto.
Resiste la derecha franquista porque sus portavoces solo mencionan la Constitución amenazando, tal como hacían los que sacaban a pasear los Principios del Movimiento Nacional, y golpista y asesino.
Resiste un hoy fantasmal Rivera, recién noqueado por el presidente de Francia, entre el silencio avieso de sus dos socios, uno amenazando con un nuevo dos de mayo y el otro, Casado, perdido en medio de la demagogia que le hundió hasta el abismo de los 66 escaños.
Resiste la triple derecha franquista porque, si la más franquista de las tres llama “puta” a una ministra las otras dos no se atreven a condenarla.
Resiste porque los no franquistas han desperdiciado durante trece legislaturas sus varias mayorías, hasta de 230 diputados, y no han aprobado leyes que prohibieran los enaltecimientos del franquismo. Y también desperdiciarán la actual de 199. Y seguirán jugando con fuego. O, lo que es lo mismo, a la polémica suicida de si es antes la gallina o el huevo.
¿O se darán cuenta alguna vez de que, en España y hablando de seguir derrotando franquismos, cada oportunidad es vital?
Por ejemplo, por que no, antes de jurar o prometer la Constitución, no se obliga a todos los políticos a jurar o prometer también su renuncia personal al franquismo, a sus pompas y a sus obras, y a denunciarlo y a perseguirlo hasta la última gota de sus vidas.
¿Cómo es posible en un país como el nuestro, con tanto asesino premiado y tanto inocente mal enterrado?
¿Es que cientos de miles de víctimas del franquismo no se merecen ese compromiso especial de quienes, además de ganar en urnas tantas veces corrompidas, quieran ser considerados demócratas?
Y que no se diga que la Constitución ya implica rechazo del franquismo, porque lo que sí que implicó fue colocarnos a la fuerza una monarquía restaurada por Franco.
Resiste nuestra derecha herida, ahora con sus ideas e insultos al aire, porque en un solo día de 2017 dos millones de catalanes han conseguido sacar a miles de franquistas de sus escondrijos en el Titanic del 78, desde donde se han estado burlando de todos durante cuarenta años.
Resiste, hablando de barcos, en la diplomacia socialista de un Borrell en funciones, convocando este mismo 23 de junio nada menos que una jura de bandera a bordo del Juan Sebastián Elcano, casualmente de escala en Kiel, en el estado alemán que rechazó la entrega del presidente Puigdemont a España.
Nada mejor, para medir la sensación de odio y derrota de los franquistas, que este rey rabioso y asustado, capaz de dejar tuerto a cualquier adversario, o no pedirle perdón, y enfrentar para siempre a dos mitades de catalanes a cambio de seis minutos de barra libre en pantalla.
Muchos son los bastiones que permiten que resista nuestra derecha franquista. Pero también es mortal, como lo fue aquel, su verdadero fundador.
¿Qué le costaría cambiar para dedicarse a ser normal, productiva, liberal de verdad, europea y pacífica, vasca o catalana, nuestra derecha hispana? Miles de personas vivirían más tranquilas.
A partir de hoy regresaré siempre a esta prosa sencilla.
Quiero medir cada día
lo que siga quedando de Franco
en nuestra derecha franquista.
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27.06.2019 resistirá Pedro Sanchez los borboneos de Felipe VI
¿O se intentará blindar con Europa, donde en un solo día ha conseguido ser importante? Porque no han pasado ni 24 horas y lo primero que ha hecho ha sido volar a París para cenar con Macron, que no se podía negar, para asustar a un Pablo Iglesias más que tocado enseñándole el muñeco de su odiado Rivera. Alguien que, por cierto, viene de fracasar en su particular intento de “sorpassar” al PP. Pero sin duda, y aunque no lo contará, Sánchez ha ido a defenderse de los independentistas catalanes, que estos sí que han avanzado el 26 de mayo. Por eso Merkel después de París, haciendo de ministro de Exteriores.
Como no recordar marzo de 2016 y lo mucho que aquella “cal viva”, tan antigua, sirvió para blanquear la maldad que hubo en una votación contra Sánchez, y “contra natura”, de consecuencias incalculables. Y que, tiene bemoles, aún justifican algunos de los hoy muy perdedores culpando a la demoscopia de los tiempos revueltos. Como si no tuvieran la obligación de desconfiar de las encuestas.
El título alternativo era parecido, pero no idéntico: ¿Se atreverá Felipe VI a borbonear a Pedro Sánchez?, pero tal duda implicaba poner en cuestión las investigaciones sobre la herencia genética. Y también despreciar uno de los lugares comunes más usados en castellano durante siglos, por mucho que la RAE, no aceptando el término, haga su aportación al oscurantismo en español. Todo sea para no cuestionar un símbolo principal del peor autoritarismo.
Como no recordar, en este punto, a Franco restaurando la Monarquía en 1947, nombrando sucesor a Juan Carlos I en julio de 1969 y atando definitivamente España a su trayectoria asesina al conseguir que, más de 40 años después de muerto, nadie se haya atrevido a poner en cuestión la forma de Estado, como si tal cosa fuera una plaga divina.
No paro de reír desde que mi amigo FV, que me conoce y, por tanto, no lo ha podido hacer con otra intención, me ha enviado un chiste de 1.274 palabras titulado “La tercera República española y la izquierda” firmado por García Manrique, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, que dice cosas como la siguiente:
“Los republicanos españoles estamos de enhorabuena. Después de dos intentos que se frustraron muy pronto, a la tercera parece que ha ido la vencida, y la República española está a punto de cumplir cuarenta años”.
En este punto me pregunto si el profesor es un enfermo mental. Más adelante, dice:
“Bien, pero… tenemos un rey. ¿No es esta la mejor prueba de que no somos una república? Pues no, porque no es cierto que tengamos un rey de verdad.”
Mientras me pregunto dónde viven los reyes de mentira, entiendo que García Manrique piensa que quienes queremos una República que no se llame Monarquía somos unos ignorantes, y creemos que Felipe VI es como Fernando VII o, en el mejor de los casos, como su bisabuelo, Alfonso XIII.
García Manrique, el profesor universitario, hace demagogia cuando confunde de manera consciente conceptos diferentes que comparten la misma palabra en el diccionario. Abusando, sin advertirlo, de la idea de “res pública” afirma:
“Una república, por si hay que recordarlo, no es otra cosa que una comunidad de ciudadanos”.
Pero para no dejar coja la lógica argumental, el autor termina confesando que no es sino miedo lo que le lleva a ofender a la inteligencia. Disculpe que con esta última cita no pueda ser tan breve, pero es la clave:
“Sin embargo, la política es una práctica compleja que ha de tener en cuenta factores múltiples, y bien pudiera ser que, en 1978 e incluso todavía hoy, la estabilidad o la salud de la república pase por mantener el nombre de monarquía (constitucional). Se trata, pues, de una cuestión estratégica que no cabe analizar aquí, pero que no puede empañar el hecho esencial de que España es una república, por muy coronada que se nos presente”.
He elegido este artículo, recibido al azar, porque crea la teoría necesaria, aunque simplista, para justificar la coartada mental que la izquierda española ha compartido desde la Transición. Sería un chiste si no fuera porque tal autoengaño colectivo ha envenenado de debilidad esencial la denominada España, hasta el punto de que hoy se encuentra en los prolegómenos de su descomposición.
A la vista de que, como decía al principio, el independentismo catalán ha vuelto a mejorar sus resultados electorales y, por tanto, Felipe VI ya tiene que estar otra vez que no se soporta a sí mismo, con todo lo que eso significa de peligro para vidas y haciendas de los españoles inocentes, para finalizar es imprescindible decirle cuatro cosas a Sánchez.
A ver, presidente, ¿vas a seguir compartiendo los esquemas baratos de García Manrique para no vaciar La Zarzuela, o vas a comprender de una vez que merece la pena desatar ese nudo envenenado que nos dejó el fantasma que aún vive en el Valle?
¿No te parece poco atreverte solo con el muerto?
No olvides que hubo uno, antes que tú, que también decidió salvar al rey, pero que ese mismo rey salvado no tuvo la menor compasión a la hora de intrigar contra él hasta conseguir que dimitiera. También con peligro para vidas de terceros en un 23 de febrero.
Se llamaba Adolfo Suarez, y ya sabes que quien acabó con él es el padre de quien intentará, puedes estar seguro, acabar contigo.
Porque nunca podrás ni intentar lo de Catalunya si antes no nos libras de él.
Tú mismo, Pedro, pero no será fácil que tengas una ocasión mejor que esta.
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15.06.2019 Felipe VI ya es culpable del Franquismo
Ahora que ha finalizado el juicio más importante de nuestra historia reciente, es el momento de recordar que cuando lo del rey solo habían transcurrido dos días y que, en cambio, el conflicto sigue y, además, se internacionaliza.
No es lo mismo ser el “hijo de”, que ser, en persona, nombrado sucesor por un asesino como Franco durante su dictadura, ser después confirmado rey por los cómplices de ese mismo dictador y, por último, colarse en una democracia en construcción como cosa que había que aceptar entre la espada y la pared.
Lo de ser solo “hijo de” le permitió a Felipe VI disfrutar del beneficio de la duda, incluso entre muchos contrarios a cualquier clase de monarquía.
Pero es ley del clima que toda niebla termina por despejarse. Si la democracia que, según el cuento, trajo a España su padre valiera tanto como la fortuna que ha conseguido amontonar, Felipe VI podría ser un ultraderechista en la intimidad y no se vería obligado a cometer actos franquistas de los que certifican su calaña.
Cierre usted los ojos durante cinco segundos, que le parecerán diez, e imagine que hoy es día 3 de octubre de 2017. Que son las nueve de la noche y que Felipe VI aparece en la pantalla. Así, soñando, usted puede imaginar que el rey está pronunciando estas 52 palabras, y ninguna más:
“Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. He visto a nuestras fuerzas de seguridad golpeando a personas que acudían a votar. Por eso, acabo de transmitir a los gobiernos de España y Catalunya mi deseo de que se pongan de acuerdo para que nunca más se repita tan denigrante espectáculo”.
Pero el 3 de octubre de verdad todos escuchamos 661 palabras, de las cuales solo la primera frase es idéntica en ambos discursos, el soñado y el que realmente escuchamos. Se nota demasiado, en esas nueve palabras primeras, que Felipe VI estaba nervioso: en un texto tan breve dice “viviendo” y también “vida”, el ejemplo evidente de una redacción poco trabajada. Un rey de España que se desquicia por una discrepancia política entre españoles constituye un peligro muy grave que es urgente cancelar.
Cuando sea tarde, como casi siempre, los historiadores dirán si aquel discurso de 661 palabras cabía o no en el Título II de la Constitución, porque conocerán sus verdaderas consecuencias. Pero hoy, casi dos años después, nadie puede imaginar que el otro discurso, el soñado de solo 52, o uno similar, hubiera traído a España hasta un presente más difícil que el real.
Pensaba estas cosas en el que es, probablemente, el mejor rincón del mundo para conocerse a uno mismo por dentro y por fuera: la bañera mientras nos duchamos. Incluso retrocedí aún más en el tiempo y recordé que cinco años atrás había comenzado a escribir y que el día 14 de septiembre de 2015 me publicaron algo que se titulaba “Sobre Catalunya le pregunto al rey”.
Una de las preguntas, dirigidas todas a Felipe VI, decía lo siguiente:
“¿Por qué no llamó usted a los señores Rajoy y Sánchez a su despacho, juntos o por separado, en público o en privado, puso la corona sobre la mesa, les enseñó la foto de Cameron y les dijo que o legalizaban el referéndum de Cataluña y participaban para ganarlo, o habría abdicación real?”.
Trece días después hubo en Catalunya las elecciones autonómicas legalmente previstas y los partidos independentistas lograron la mayoría parlamentaria. Su programa electoral, que nadie había denunciado ante la justicia, incluía el compromiso de celebrar un referéndum. Y dos años después cumplieron con su obligación ante los votantes.
Pero comenzaba este de hoy destacando que solo habían transcurrido dos días desde las urnas que cumplían con aquella palabra dada y el momento en que Felipe VI perdió los nervios y apareció por TV para amenazar con 661 palabras que hubiera podido leer, iguales, alguien como Arias Navarro en circunstancias similares. Solo hubieran sido distintos el color de los uniformes represivos y quizás, como en Vitoria, algunos muertos inocentes en lugar de “solo” heridos. Otros asesinatos, aquellos, que todavía gozan de impunidad “democrática”.
En cambio, ya han transcurrido más de siete días de un hecho franquista muy grave porque lo han cometido autoridades del Estado. Y Felipe VI no ha dicho ni una palabra. Y nadie, diga lo que diga, puede importar a esos cinco malvados. Excepto el rey. Por eso, Felipe VI es también culpable de proteger “hechos franquistas”. Diremos qué lo es de proteger el franquismo, por ahorrar texto.
El día 4 de junio cinco magistrados del Tribunal Supremo firmaron y publicaron un auto judicial insoportable.
¿Ha visto usted en TV a Felipe VI pronunciando las siguientes 76 palabras, u otras parecidas?:
“Buenas noches. Acabo de pedir al Gobierno que tome las medidas necesarias para que, a la mayor brevedad, abandonen sus puestos en la Sala 3ª del Tribunal Supremo los magistrados firmantes del auto, conocido el pasado día 4 de junio, en el que se reconoce a Franco la condición de jefe de Estado desde el día 1 de octubre de 1936. Tal afirmación no es admisible bajo ningún concepto en personas con autoridad para dictar sentencias”.
Evidentemente, los cinco aludidos no esperarían y dimitirían voluntariamente, o negociarían un perdón humillante y modificarían el auto que firmaron, tal como se pedía desde muchos colectivos, incluso judiciales.
Pero este rey no tiene ni idea de lo que son y no son peligros de verdad para la democracia, no diremos “libertades”, palabra que escuece más. En cambio, a cada cosa que hace o que no hace demuestra su complicidad con la mentalidad franquista que resiste en mucho autoritario con mucho mando.
Durante el paraíso bipartidista, cuando los franquistas solo de disfrazaban de PP y acusaban en falso a otros españoles del peor atentado terrorista de la historia de Europa, y el PSOE se reconstruía desde la corrupción felipista tras gobernar durante años haciendo buenas migas con lo peor del franquismo subterráneo, Zapatero no quiso darse cuenta de que en la Ley de Memoria Histórica los dos símbolos que era imprescindible destruir fueron, precisamente, los que más se protegieron, uno vivo y el otro muerto: la monarquía y el Valle de los Caídos.
Hoy mismo, el catedrático de Constitucional Pérez Royo, a cuenta del muy simbólico arrinconamiento, en un despacho de la Asamblea de Madrid, de un cuadro democrático que decía “Todos somos iguales ante la ley” y su cambio por otro con la imagen de Felipe VI, nos ha dejado escrito que “La monarquía ha sido a lo largo de toda nuestra historia constitucional el instrumento para la negación, domesticación o devaluación del principio de igualdad”.
Los líderes independentistas catalanes son los únicos españoles que se atreven a pronunciar la palabra REPÚBLICA sin miedo, incluso en sus últimos alegatos antes de la sentencia que puede seguir rompiéndoles la vida.
O nos sumamos a su valentía o España terminará condenándose a sí misma por defender la continuidad de lo que Franco más quiso salvar de toda su dictadura asesina.
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25.05.2019 Huele a derrota de la peor España
08.05.2019 Ahora que el rey embustero no ha muerto…
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08.04.2019 Los menores abusados por religiosos son víctimas del Estado.
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30.03.2019 República o Monarquía sí que importa, pero lo ocultan
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23.03.2019 Sánchez, Iglesias y Puigdemont son curvas hacia la República
La peor España es esa derecha de España que nunca se atrevió a condenar el crimen franquista con todas las consecuencias.
La peor España no soporta el fracaso, y la peor España está fracasando.
La peor España es la que perdió un 28, y volverá a perder un 26.
La peor España no está perdiendo porque esté rota. Está rota porque la división es el mapa de la derrota.
La peor España no se ha roto porque su tiempo acabara. Su unidad de pacotilla acabó con el tiempo de la España que conocimos.
La peor España eligió terminar cuando aplicó leyes viejas para responder a los españoles que pedían leyes nuevas.
La peor España comenzó a morir cuando prefirió fuerza en lugar de inteligencia contra una Catalunya que le obligaba a pensar.
La peor España no dudó en usar al rey que presumía de España para implicarse contra una parte de España que aún era España.
La peor España grita desde sus escaños para salvar a ese rey del trance de dar la cara ante los líderes de la España a la que amenazó en persona.
Una niebla extraña apagó la luz de la peor España el día tres de un mes de octubre, y ni siquiera su rey se libró de olvidar que volverían las urnas cargadas de vida.
La peor España quiere arrastrar a la España que no sabe elegir primero la libertad, y después todo lo demás.
La peor España ha tardado ochenta años en perder la paz, porque nunca será capaz de ganar sin guerra.
La peor España está confundida, porque ya nadie se la quiere encontrar.
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08.05.2019 Ahora que el rey embustero no ha muerto…
…aún estamos a tiempo de hacerle preguntas sobre cosas que no se le pueden haber olvidado.
Campechano como aparentas, rey, te trataré de tú hasta que me grites también “por qué no te callas”, aquella supuesta pregunta que más pareció una orden de conquistador hacia conquistado. Aunque reconozco que estoy deseando que me dispares tal exceso, o uno parecido, pues sin duda terminará siendo un potente blindaje para mi y para mis herederos, por mucho que ellos o yo, hagamos las cosas bien, mal o peor.
Comienzo el interrogatorio, prepárate Juan Carlos I de Franco Bahamonde el Asesino, y no te defiendas por viejo, que también llevo mucho tiempo esperando.
¿Te dijo alguna vez Adolfo Suárez que antes del referéndum de 1978 había encargado una encuesta y que lo que salía era que la España democrática quería una Constitución republicana?
Como bien sabes, esto solo lo supimos en noviembre de 2016 y gracias a Victoria Prego, que quizás aún está pensando que iría al infierno si ese secreto se lo terminaba llevando a la tumba. Solo se lo confesó a ella el presidente de la Transición en 1995, o sea, que más de veinte años tardó la periodista para contarlo, que se dice pronto. Y quizás se lo dijo él a ella porque, ya sin futuro ninguno, sintió el mismo pánico al averno si no compartía tanto miedo con alguien. Pero sigamos con las preguntas.
¿Ocurrió que Adolfo Suárez, tras ganar también las elecciones de 1979, se empezó a poner un poco mordaz incluso contigo y a ti te pareció que él lo hacía porque sabía que tú sabías que él había tenido que sacrificar la democracia para que tú siguieras en La Zarzuela y, por tanto, eso significaba que tú le debías demasiado, o sea, todo?
¿Ocurrió también que tú, siendo lo anterior verdad, comenzaste entonces a intrigar con otros contra Suárez para crear la tensión suficiente que te permitiera conseguir que el dimitiera, como así ocurrió?
¿Ocurrió también que tú intrigabas sabiéndote el más fuerte de los dos, por mucho que a él lo hubiera elegido el pueblo en dos ocasiones y a ti únicamente el mayor asesino de la historia de España, y que tu Corona solo se coló de rondón en un referéndum bajo amenaza?
¿Ocurrió también que tú te sabías el más fuerte de ambos porque tenías muy claro que él se habría dejado cortar vivo en pedacitos antes de ponerte al pie de los caballos, contando tus inconfesables que él conocía?
Pero dejemos a Adolfo Suárez González, que bastante tiene con la porquería que sobre su nombre y primer apellido está volcando un tal Adolfo Suárez Illana, personaje gafe donde los haya.
¿Ocurrió, también, que intrigaste contra Suárez con Armada…?
Esto no es una pregunta, rey, esto es una orden: Ahora mismo quiero que escribas aquí, de tu puño y letra, la lista de peligrosos y no militares con los que estuviste intrigando contra Adolfo Suárez.
Por último, ¿Ocurrió también que sabías que ninguno de aquellos con los que intrigaste, especialmente militares como Armada y los otros que por fin confieses, jamás divulgarían tus inconfesables, aunque los fusilaran? Porque sabías perfectamente que también estaban, como Suarez, atados por las mismas cadenas que sentenció Franco.
¿Por qué no hablas, rey embustero?
¿Acaso no le tienes miedo al infierno?
Si guardas silencio, el desprecio creciente del pueblo sobre ti y sobre tus herederos será lo único que sobreviva tras el paso del tiempo.
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10.04.2019 El modelo del ´78 cierra su círculo
Para no enfadar a los admiradores de nuestra democracia he preferido titular “modelo” en lugar de “régimen”, pero…
¿Acaso alguien puede negar que nuestra historia es única?
¿Como que no?
¿Qué país occidental se ha roto durante el siglo pasado por una guerra civil de tres años y a continuación una dictadura de cuarenta?
¿Y qué país mantiene, cuatro décadas después, un mausoleo dedicado al dictador?
Tanto tiempo como ha pasado es suficiente para no errar en el diagnóstico.
15 de junio de 1977: primeras elecciones en libertad, con ilusión y un punto de inocencia.
1980: en algún momento de ese año, hasta el rey que lo había nombrado se hartó de Adolfo Suárez y proliferaron los intrigantes, que disfrazaron su triunfo con la derrota de Tejero. La derecha había puesto en peligro la democracia porque no pudo controlar a sus ultras, pero pagaron su desorganización en las urnas de 1982, que respondieron eligiendo a los socialistas.
Año 1996: mucha corrupción en el socialismo de González y uso de cloacas para “resolver problemas”, pero fue la crisis económica mundial iniciada en 1992 lo que les sacó del gobierno. De hecho, las medidas más importantes del primer gobierno del PP fueron económicas.
Marzo de 2004: el PP nos metió en la guerra de Irak y después envenenó la política inventando la mentira más cruel sobre la sangre de cientos de inocentes, pero las urnas volvieron a responder regresando al PSOE.
Noviembre de 2011: de nuevo una crisis económica mundial, iniciada también cuatro años antes, derrotó a los socialistas.
Año 2018: el PP llevaba mucho tiempo sustituyendo política por represión y juicios para no negociar con la Generalitat de Catalunya, pero terminó siendo expulsado del Gobierno tras una sentencia por corrupción.
Año 2019: todas las encuestas, sin excepción, anuncian, al igual que hicieron las urnas en 1982 y 2004, que los votos nombrarán a la izquierda para que arregle la quiebra política que ha dejado la derecha, dividida como durante la Transición y abusando de argumentos autoritarios. Y con un rey que también osó alterar los ritmos de la democracia, esta vez el día 3 de octubre de 2017.
Cerrado el círculo, nos encontramos rodeados de preguntas. Algunas son estas.
¿Puede la derecha española soportar la democracia sin aflorar franquismo cada cierto número de años?
¿Debemos asumir que también al primer gobierno de izquierdas que venga le tocará lidiar con la próxima crisis económica mundial?
¿Qué peligros nos esperan si volvemos a salvar la monarquía en España?
¿Es posible imaginar a Catalunya formando parte de una España con rey?
¿Si el 28 de abril confirma lo que dicen las encuestas, es posible seguir negando una reforma fuerte de la Constitución de 1978?
¿Habrá estabilidad si seguimos dentro del círculo?
08.04.2019 Los menores abusados por religiosos son víctimas del Estado.
Comenzaremos con tres escenarios muy reales.
Escenario 1. En septiembre de 1960 un niño de 8 años comienza el curso en un colegio de curas. Democracia o dictadura, no hay madre que no perciba que su hijo lo pasa mal y finalizado el primer trimestre lo matricula en otro sitio. No hubo nada sucio, que recuerde quien hoy es abuelo, pero, será casualidad, ha vuelto a pensar en aquello por las noticias sobre abusos con curas parecidos.
Escenario 2. Febrero, 2019. El partido de baloncesto infantil ha finalizado y varios familiares hablan relajados mientras esperan que sus niñas se duchen en los vestuarios. Solo se conocen de coincidir y nadie sabe quién es de izquierdas y quién de derechas, y menos si creyentes o ateos. En un momento dado, alguien pronuncia “cura” sin intención y, de repente, los gestos delatan un consenso general: cualquier cura puede ser un pederasta. Uno de los abuelos es aquel niño de 1960, su madre ya no está, y nunca sabrá porque lo sacó de aquel colegio.
Escenario 3, en la prensa. 24 de marzo de 2019. “La gran cantidad de sentencias absolutorias que últimamente está dictando la Audiencia de Palma en casos de violaciones a mujeres y de abusos sexuales a menores” es la noticia que “Llama la atención” en Diario de Mallorca. Al día siguiente, y en el mismo periódico, la autora “Susu”, en “Opinión” afirma que “Se calcula que ha habido entre ocho y nueve mil sacerdotes abusadores, y otros tantos encubridores”. Dos páginas más y, sobre un juicio que se celebra en Barcelona, leemos el siguiente titular: “Los Maristas no alertaron a las familias tras conocer los abusos de su profesor”.
Aunque en el seno de la Iglesia Católica se ha abusado en muchos países y durante muchos años, aquí solo nos referimos a España y a la “dictadura bendecida” durante cuatro décadas, pues nos preguntamos: ¿estaría apareciendo tanto cura pederasta si la II República no hubiera sido violada y asesinada?
Por las denuncias que no paran se sabe que muchos curas siguieron abusando durante la democracia, pues nuestra manera de cambiar de régimen no provocó ni que se sintieron automáticamente más vigilados, ni que sus víctimas infantiles sintieran el impulso de dar la merecida patada en los cojones al vicioso que las sobaba, ni que los padres o tutores que sospechaban se sintieran, al día siguiente de la Constitución, tan legalmente protegidos como para acudir al juzgado de guardia. No saldrían tantos casos ahora, tantos años después.
Dada la estrecha vinculación institucional entre la Iglesia Católica y el Estado totalitario, la condición de víctimas de Estado es la que procede en este caso, pues la violencia que practicaba la dictadura protegía a todo aquel que, a los ojos de los millones de débiles, formara parte del régimen. Por ejemplo, los curas, incluidos los abusadores. En cambio, las actrices de Hollywood abusadas por H. Weinstein serían víctimas adultas no del Estado, sino de un sistema que funciona a base de abusos particulares de posición dominante.
Aquí, como al finalizar la dictadura no se actuó contra los implicados, la nueva democracia “legalizó” de hecho ese pasado. A cambio, como cuando uno compra una empresa en funcionamiento, la democracia, por mucho que practicara la desmemoria, asumió el pasivo.
Pero no fue cierto. Al incumplir los políticos de la democracia esa obligación, el paso del tiempo los ha convertido también en delincuentes por omisión ante las víctimas. Nada hicieron para dar satisfacción al colectivo de niños que hubieran sufrido abusos en manos de curas pederastas. Siempre fue un secreto a voces.
Ahora que ya ni siquiera es esa clase de “secreto” y el Vaticano no huye del problema, si la izquierda gana las próximas elecciones debería lanzar un ambicioso proyecto que permita medir la verdadera dimensión que alcanzó la pederastia vinculada a la Iglesia, pues muchas de las víctimas aún están en condiciones de recordar. Estoy hablando de sociología, no de tribunales, al margen de las reformas legales necesarias para facilitar esa acción a todos los que se atrevan a denunciar. Cuando por fin se pueda dibujar el mapamundi de la pederastia eclesial, se sabrá la posición de España tras responder a la pregunta formulada tras la descripción de los escenarios.
Es imprescindible acabar con el deterioro continuo que acompaña una realidad insufrible que cada día engordan las noticias. Pero me temo que esta democracia monárquica volverá a demostrar su amoralidad original, dejando pendiente para la república que viene la cancelación de esta deuda histórica.
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30.03.2019 República o Monarquía sí que importa, pero lo ocultan
La clase política heredera y defensora del 78 niega cada día que la forma de Estado sea un problema que preocupe en España. En cambio, sus actos delatan el miedo cerval que tienen a que ese debate pueda plantearse, algo que ha crecido con fuerza a partir de la Catalunya republicana que reivindican los independentistas.
De hecho, fue pocos meses después de la consulta celebrada el 9N de 2014, aquella que impulsó un Artur Más que fue inhabilitado y también embargado su patrimonio, cuando el gobierno de Rajoy decidió que el CIS dejara de preguntar sobre la monarquía. ¡¡Qué casualidad!! Hoy en La Moncloa está Sánchez, pero seguimos sin conocer la valoración que nosotros mismos, los contribuyentes, le adjudicamos a esa institución del Estado. Y algo sucedió un 3 de octubre de 2017.
Pero hoy tenemos Internet, que es como un océano infinito donde cada segundo desembocan millones de contenidos que corresponden a todo lo que se dice y a quien lo dice, y que los algoritmos capturan para destripar. Después, si necesitamos saber algo, los buscadores nos proporcionan las respuestas que les pedimos.
La búsqueda en bruto de información en La Red tiene la ventaja de disponer de una muestra inmensa, lo que normalmente permite que se cumpla aquello de que “cuando el río suena, agua lleva” con una fiabilidad muy superior a la de cualquier encuesta.
Por eso, y como no nos dejan saber si a los españoles les interesa la forma de Estado, por ejemplo, he decidido investigar sobre lo qué hablan los líderes políticos, o lo que los medios se hacen eco de lo que esos líderes hablan. Parto de la idea, difícilmente reprochable, de que aquello de lo que más habla alguien coincide con lo que más le preocupa o, al menos, lo que está más de moda. Y si ese “alguien” son los representantes elegidos democráticamente, lo correcto es considerar que esas preocupaciones son también las de la sociedad. Salvo que pensemos que las urnas no sirven para nada.
He elegido los cuatro líderes principales de ámbito estatal: Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera. No se ha incluido Abascal porque, entre otras cosas, parece que le gustan más las armas que las formas de Estado y, por tanto, solo deberíamos tratarlo como el peligro que significa y, además, con elevadas probabilidades de contagio hacia terceros.
Y también tres bloques de problemas: Laboral, Forma de Estado y Catalunya. Seguro que a usted no se le escapa que el bloque “Laboral” se ha elegido como prueba del algodón, pues los mismos que insisten que la Monarquía no preocupa o que Torra no gobierna, presumen de que ellos sí que se ocupan de resolver nuestros problemas reales.
Para la búsqueda de resultados mediante Google he seleccionado tres palabras distintas para cada bloque. Para el Laboral, las palabras han sido “Salarios”, “Pensiones” y “Desempleo”. Para Forma de Estado, “Rey”, “Monarquía” y “República”. Y para Catalunya, “Independentismo”, “Soberanismo” y “Cataluña”.
Entre las 16:00 y las 16:30 horas del 23 de marzo he realizado las 72 búsquedas, 36 más 36. La primera en el formato sin restricciones y la segunda en el más restrictivo, entrecomillando cada grupo de tres palabras de las combinaciones resultantes. Y dentro de cada paquete de 36 búsquedas, 12 para cada uno de los tres bloques, combinando cada palabra con el nombre y primer apellido de cada líder. Se obtuvo lo siguiente, en cada caso:
36 búsquedas sin restricciones: 432.598.000 resultados. Desglose:
Laboral | 64.415.000 | 14,9% |
Forma de Estado | 167.453.000 | 38,7% |
Catalunya | 200.730.000 | 46,4% |
36 búsquedas con los textos entrecomillados: 39.249 resultados. Desglose:
Laboral | 4.732 | 12,1% |
Forma de Estado | 14.918 | 38,0% |
Catalunya | 19.599 | 49,9% |
Tal como Buenafuente, entre las carcajadas de la concurrencia, finaliza en “Late Motiv” uno de sus monólogos más divulgados, el de los precios del agua y la cerveza en el bar del Congreso de los Diputados, “no hay más preguntas, señoría”. Pero no puedo resistirme a terminar esto gritando que los políticos del 78 mienten sobre este asunto, y lo saben.
Cuando de dos muestras tan dispares en tamaño resultan porcentajes tan similares es que estamos tocando realidad. A partir de aquí seguiremos desglosando, cruzando datos, investigando más y obteniendo todas las derivadas que podamos conseguir. Por eso, continuará… aunque, si a usted le ha entrado el gusanillo, puede hacer lo mismo. Nunca conseguirá cifras idénticas, pues buceamos en el “océano” más vivo de todos, pero sí serán parecidas.
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23.03.2019 Sánchez, Iglesias y Puigdemont son curvas hacia la República
En breve votaremos para renovar todas las instituciones, a excepción de los llamados parlamentos de Euzkadi, Catalunya y Galicia, tan vigilados de cerca, como todo lo demás, por los magistrados del Constitucional, verdadero dique de contención contra los cambios, como si con ello estuvieran ganando trienios para mejorar su sueldo.
Tampoco se renovará el de Andalucía, donde hay “susanistas” que por fin comprenden el lamentable estado en que se encuentran por no obligar a su lideresa a emigrar a Madrid para ponerse a las órdenes de Sánchez al día siguiente de su derrota en aquellas primarias que, convocadas bajo su particular “estado de excepción”, tuvieron lugar el 21 de mayo de 2017.
Las anteriores autonómicas de las tres citadas al principio también siguen proyectando su sombra. En primer lugar, las catalanas. Las últimas tuvieron lugar el 21 de diciembre de 2017 y se celebraron también en la situación excepcional creada tras la aplicación del 155. Al igual que las primarias del PSOE, las ganaron quienes habían sido desplazados de los liderazgos que habían ganado a base de democracia. Pocos electores me recuerdan más a los catalanes que consiguieron votar en su referéndum, dando la cara contra las porras de los policías, que los afiliados al corriente de pago que apostaron por Sánchez, defendidos en su caso por el secreto electoral, valga la paradoja. Y que no se quejen los socialistas de piel fina, porque con la comparación no salen perdiendo en un momento histórico que será recordado por la valentía de quienes se atrevieron a ser rebeldes.
Las últimas elecciones en Galicia y Euzkadi tampoco fueron “inocentes” en el camino hacia la actualidad. Se celebraron muy pocos días antes del Ferraz más conflictivo que se recuerda y sus resultados aceleraron aún más a quienes se habían confabulado para defenestrar al hoy presidente del Gobierno.
Otros hechos confluyen para aportar mayor emoción al momento que vivimos.
Por una parte, la deriva imparable de una derecha dividida y, por tanto, imprevisible y ultra competitiva, que muchas personas intuyen peligrosa, pues manifiesta un autoritarismo que no se avergüenza ni de parecer totalitario. Podrían perder votos, y aún más escaños, porque sus mensajes están teñidos de violencia desde el poder, ese y no otro es el significado del fichaje de militares franquistas para encabezar listas de Abascal, la otra versión del ejército como garante de la unidad de España que insistía la de Cospedal en cada desfile, no es necesario matizar que a cualquier precio. Las tres derechas de ahora estaban dentro de la que perdió la batalla de la ética contra su mentira más odiosa, y también siguen sin comprender que detrás de aquel masivo “No a la guerra” también había gente de derechas, pero civilizada. Tal como ocurre ahora con muchas mujeres no izquierdistas que se suman a la ola feminista, por mucho que lo nieguen.
Por otra parte, algo distinto tendrá que decir Pablo Iglesias el próximo sábado, 23 de marzo, si quiere regresar de verdad al centro del tablero mediático. No tengo información sobre lo que haya mascullado, pero seguro que no ha concedido vacaciones a sus neuronas durante la baja por paternidad.
Solo se me ocurre que señalar como objetivo político prioritario el final del tiempo monárquico en España le permitirá dar la nota que necesita. De esa forma obligaría a definirse a más de uno, se colocaría a una distancia imposible para Errejón y, además, podría robarle a Sánchez algunos de los votos anti franquistas que espera conseguir gracias a la exhumación de nunca acabar. Además, subiría a Podemos al tren del republicanismo emergente que se está construyendo con las sucesivas movidas locales que se promueven desde grupos juveniles que no sufren de prejuicios hacia los catalanes pero que, para suerte de Podemos y del PSOE, no han tenido tiempo de madurar una candidatura republicana potente y unitaria a las elecciones generales.
Relacionando con Catalunya, este golpe de timón de Iglesias sería la única manera de capitalizar la fuerza argumental de lo que todos saben, pero nadie reconoce: que solo la posibilidad de una república en España tendría hoy la fuerza necesaria para hacer dudar a un porcentaje mínimo, pero quizás bastante, de independentistas. Tal como le ocurrió a Sánchez tras aquel Ferraz, aunque de momento por otros motivos, nada tiene que perder ante el retroceso que anuncian las encuestas. Además, todo tiene un límite, y las incoherencias de Iglesias sobre la monarquía también, y más en alguien que sacó la “cal viva” del antiguo González contra el moderno Sánchez. Que mal suena hoy recordar aquel pleno del Congreso, pero quizás peores fueron sus consecuencias. Para Podemos.
Por si sirve para convencer, la cotización de la monarquía en España baja cada día. Pies de plomo antes de iniciar cualquier movimiento y ya no hay ni quien le quiera comprar a la naviera Balearia ese muerto llamado “Fortuna”, que quizás compró bajo presión y que tantas veces pisó Felipe durante sus veraneos en Mallorca, cuando aún no era sexto.
En otra de las curvas hacia la república, el conflicto territorial con Catalunya no para de complicarse porque es político, y política es lo que nadie ha querido hacer jamás desde “Madrid”, salvo que nos sumemos a quienes defienden que “la justicia es la política por otros medios”. Resulta deprimente constatar que, en este país, el único avance que hemos conseguido en el arte de buscar soluciones a los conflictos políticos haya sido cambiar la palabra “guerra” por “justicia”, en aquella famosa y cruel sentencia de von Clausewitz.
Sánchez ha definido su programa electoral: hablar, por una parte y, por otra, asegurar que, con el PSOE, Catalunya no conseguirá la independencia. Su primer compromiso solo depende de él, porque lo único que tiene que hacer es no callarse y tampoco dejar “vacía” su silla. En cambio, el segundo son palabras mayores, con muchos más actores implicados, comenzando por su “otro yo”. Por mucho que P.S. siga huyendo ahora de aquella “España plurinacional” que se sacó del baúl de los recuerdos cuando el referéndum del 1 de octubre aún no molestaba, sabe que eso le permitió conseguir muchos votos de andaluces también catalanes contra Susana. Y también que se trata de un concepto que no cabe en esta Constitución.
Hoy, cómodamente “atrapado por su pasado”, Sánchez sabe que el 28A viene cargado de respuestas pendientes de inventar, muchas más que todas las alegrías que puedan caber en una noche electoral. El líder del PSOE, una vez renovado su grupo parlamentario con una mayoría clara de afines, estará obligado a plasmar su “España plurinacional” en el proyecto de una nueva Constitución de la que quiere ser el líder principal, y con la que se asegurará cientos de portadas durante años, recortando de paso el privilegio mediático que se ha ganado a pulso el independentismo catalán.
No creo que Sánchez desaproveche la oportunidad si el PP más los de Abascal no llegan a un tercio de los diputados del Congreso, cosa que algunas encuestas no descartan. Aunque solo lanzara esa reforma en modo globo sonda, sabe que podría ser la única manera, si aún existe, para confundir a muchos catalanes, lo que para él ya sería un éxito importante.
Pero que la reforma constitucional pueda tocar la forma de Estado dependerá también de la ronda de urnas del 26 de mayo, de unas nuevas autonómicas en Catalunya que fortalezcan al independentismo y de muchos imponderables más, no solo dentro de nuestras fronteras.
Porque, a diferencia de cualquier izquierda de las de toda España hasta la fecha, para Puigdemont, Junqueras y los suyos, tan diversos como convencidos de lo que buscan, “República” es siempre una palabra que suma.
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