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"Si los españoles hablásemos sólo de lo que sabemos, se generaría un inmenso silencio, que podríamos aprovechar para el estudio.“

Manuel Azaña

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domingo, 21 de abril de 2019

Hacer de corazón tripas


Sí, hace unas semanas publicábamos un artículo titulado “Tripas versus cerebro” y esta, bien podría ser pues su segunda parte. Se mantienen las tripas, y se alternan cerebro y corazón.
Y todo se ha ido desarrollando como era previsible. Y cada vez más tripas.
En general, candidato a cualquier institución, puede serlo cualquiera, y eso es bueno. Solo, que cabe exigir que esas personas, tengan o se preocupen por tener una mínima formación política. Los aquí firmantes, hemos asistido a reuniones políticas donde la gente llegaba con el mono de trabajo, directamente del tajo sin tiempo para más, y cuando abrían la boca, su criterio y razonamiento no desentonaba de cualquier otro asistente cargado o cargada de títulos universitarios. Pero lo cierto es que ahora, lo que se les comienza a exigir a los candidatos es que tengan alguna condición para que las tripas de los votantes se activen, y luego pasen cuatro años siendo brazos de madera.
Así, por ejemplo, ¿que hay captar los votos de quienes desean la prisión hasta el infinito y más allá?, pues se busca a alguien que haya vivido la tragedia de perder a un hijo o hija de una cruel manera, y tendremos el candidato perfecto. No importa mucho más, las lenguas se disparan y las tripas se revuelven y los votos serán debidamente vomitados en la urna. Es de lo que se trata y a lo que se juega. El líder no desdirá lo que suelte un agitador de tripas.
Y sobre todo banderas, que lo pueden todo, lo tapan todo. En España no se mueve nadie porque haya grandes ciudades con el 46% de los hogares con dificultades para llegar a fin de mes, con el 34% de las familias que no puede afrontar gastos imprevistos y con el 17% de la población que está en riesgo de pobreza, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Aquí la gente no se echa a la calle por las cifras de paro, por los despidos, por los miles de jóvenes explotados o que deben irse fuera a encontrar trabajo a pesar de su extraordinaria formación. Porque cada vez los pocos ricos son mucho más ricos y los muchos pobres son mucho más pobres. En España las tripas no se mueven cuando los ladrones se han enquistado en el poder durante años y años mientras ocurría todo lo anterior. No, en España las tripas se mueven cuando ¡ondea la bandera! cuando nos tocan los toros o la libertad de matar liebres. ¡Eso sí que no, eh! Hasta ahí hemos llegado.
Y eso sí, llegado el momento del voto, en vez de quedar en casa quienes más asqueados deberían de estar de las políticas que hemos venido teniendo, la derecha; pues resulta que no, que quien queda en casa es la izquierda (una y otra y otra vez, y así dieciséis años hablando de derechas y de izquierdas, pero nos entendemos todos y todas perfectamente).
Leemos un extraordinario artículo de Jose Carlos Fernández donde explica con claridad meridiana el eterno error de la izquierda de llamar a la razón y no a las tripas, de cómo surgió el axioma de “no hay cosa más tonta que un obrero de derechas” y de cómo pasa el tiempo y la historia se repite en las estrategias de captación de voto por las diferentes organizaciones políticas.
Se ha dicho siempre: explicar programas, grandes ideas políticas y cómo llevarlas a cabo, es dificultoso, requiere atención que poca gente está dispuesta a dar. Soltar varios ladridos hirientes funciona, llega y además ¡te dedican más tiempo en los medios! Levantar un edificio lleva años de trabajo desde su diseño hasta su finalización, y andar pegando fuego es cosa de un rato.
Pero seremos tozudos, seguiremos llamando a la razón, al seso con corazón, a dejar las tripas, a movilizarse contra las barbaridades, a reflexionar sobre la globalidad de los programas y quiénes y cómo los llevarán a cabo. Y con todo eso sobre la mesa, entonces sí, a votar. 

@CPuenteMadera

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